A veces la meta se siente tan lejana, como una montaña que debemos escalar:
El tiempo que nos llevará y cómo lo gestionaremos.
Lo que necesitamos aprender para afrontar un nuevo reto.
Los miedos que debemos afrontar.
Lo que descubrimos en el camino.
La perseverancia para seguir adelante, incluso cuando no funciona a la primera.
Y, finalmente, esa sensación de éxito al llegar a la cima.
Y en ese momento, nos damos cuenta de que la escalada nunca se trató solo de la meta, sino de en quiénes nos convertimos a lo largo del camino.